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Memorias del Lacallato

 



Por Enrique Ortega Salinas. Via Caras y Caretas


Luis Lacalle Herrera vuelve a agitar los fantasmas de la "izquierda conservadora"


“Con los blancos se vive mejor. Pocos gobiernos; pero buenos.”





 


Es increíble cómo los derechistas se autoconvencen de lo geniales que son.


La frase del expresidente herrerista, dicha en una entrevista anunciando el lanzamiento de un nuevo libro, sobrepasa todos los límites, tanto del cinismo como de la imaginación.


Pongamos a trabajar un poco la adormecida memoria de los orientales.


 


Blancos baratos

Nadie que haya conocido a Wilson Ferreira Aldunate debería tener dudas en cuanto a quiénes se refería al referirse a los “blancos baratos”. Por más datos, hoy están en el poder, y si el líder nacionalista resucitara, los sacaría a latigazos de la casa de gobierno, tal como Jesús hizo con los comerciantes del templo.


Wilson no ocultó nunca su absoluto desprecio por Luis Lacalle.


En 1971, y pese a que Wilson impugnó las elecciones, Lacalle dijo a los medios de comunicación: “Ganó la democracia”. La respuesta de Wilson fue tajante: “El que votó por mí no votó por el Partido Colorado. Eso de que ganó la democracia es un cuento chino”.


Cualquier blanco de buena memoria recordará que Lacalle desobedeció al directorio cuando nos encaminábamos a la dictadura e integró un grupo que negoció cargos con el poder. Fue ahí cuando Wilson dijo la célebre frase: “Nosotros sabemos que hay blancos baratos que se quieren vender”.


Tanto Lacalle I como Lacalle II suelen despacharse cada dos por tres contra la “dictadura de Venezuela” y esperan que olvidemos que, tras la muerte del dictador y asesino Francisco Franco, Luis Alberto Lacalle fue a la Embajada de España para firmar el libro de condolencias y, antes de ingresar, extendió su brazo derecho y cantó el himno franquista “Cara al Sol”.


Cuando murió Mario Heber en 1980, Lacalle pidió ocupar su lugar en la Comisión de Asuntos Políticos del Partido Nacional; pero Wilson se opuso y prefirió dejar vacante el cargo hasta que un acuerdo determinó que Jorge Silveira Zavala fuera quien completara el triunvirato sumándose a Carlos Julio Pereyra y Dardo Ortiz. Debido a este desplante, Lacalle optó por votar ‘sí’ a la reforma constitucional planteada por la dictadura con el fin de legitimarla, pese a que la Comisión de Asuntos Políticos había decidido lo contrario. Tan decidido estaba a traicionar a su patria que lo declaró públicamente en CX 8 radio Sarandí. Tal como contó Zumarán y un grupo de amigos de Fernando Oliú en una carta pública, tuvo que cambiar de postura a regañadientes tras una reunión con Pivel Devoto.


Cuando Wilson creó ACF (Adelante Con Fe), uniendo para las elecciones internas al Movimiento Nacional de Rocha con Por la Patria, también se negó al pedido de Lacalle de ocupar el tercer lugar de la lista. Ya en la campaña de 1984 se dio la famosa “bajada del colectivo”. Wilson dijo que si quería apoyar a Zumarán, que lo hiciera; pero que hiciera su propia campaña.


Cuentan viejos blancos que cuando Wilson murió y en el directorio del Partido Nacional se comenzaron a planificar los detalles del funeral, Lacalle se retiró diciendo: “Disculpen, igual el muerto es de ustedes”.


Ahora, considerando que el hijo ha dado pruebas irrefutables de que es igual o peor que el padre, cabe preguntarse cuántos wilsonistas auténticos quedarán en el Partido Nacional actualmente.


 


El quinquenio infame

Recuerdo muy bien el gobierno de Luis Alberto Lacalle de Herrera. Entre 1990 y 1995 los herreristas cometieron tantos hechos irregulares que nos faltará espacio para detallarlos; pero aquí van algunos.


En 1996, el juez Ruben Eguliz y el fiscal José Luis Barbagelata iniciaron una investigación que involucró al expresidente y a su entorno. El hecho fue que Lacalle contrató en nombre del Poder Ejecutivo a Rosario Pou, prima hermana de su esposa Julia Pou, para coordinar un proyecto forestal con fondos del Banco Mundial. La mayor parte de las 1.762 hectáreas que hasta ese año poseía la familia fueron forestadas durante el gobierno herrerista. Desde la Dirección Forestal, que gestionaba Rosario Pou, se tomaron medidas que favorecieron económicamente al expresidente y su entorno. La denuncia salpicó también a uno de los más cercanos colaboradores del expresidente, Luis Alberto Heber (actual ministro del Interior) quien habría constituido una sociedad agropecuaria y forestal con Rosario Pou en 1991. Como la productividad de los campos del entorno presidencial no les habilitaba el acceso a préstamos y subsidios por parte del Estado con fines de forestación, desde la Dirección Forestal y el Poder Ejecutivo se tomaron medidas administrativas entre 1993 y 1994 para solucionar el problema.


Según el semanario Brecha, Lacalle tendría el doble de las hectáreas que había declarado poseer, lo que llevó al malvado ingenio popular a apodar al exmandatario como “Aloe”, porque todos los días se le descubría una nueva propiedad. Recuerdo a otro blanco, Juan Andrés Ramírez, exministro del Interior blanco y luego candidato presidencial, acusándolo de ocultar bienes y teñir de corrupción aquella gestión.


Ahora, es raro que Lacalle publique un libro sobre política y escriba para el diario El País sobre política y firme declaraciones políticas junto a expresidentes de derecha y ultraderecha, porque cuando Pablo García Pintos confesó que siendo director del BROU robaba dinero al Estado con su tarjeta corporativa para incrementar las arcas del Partido Nacional y una periodista le pidió explicaciones al expresidente, Lacalle, visiblemente molesto con ella, respondió que estaba retirado de la política.


Recuerdo que un día, siendo candidato a la presidencia, lo entrevisté y prometió subir los salarios de policías y maestros porque “una sociedad que se precie de privilegiada no puede tener a los policías y maestros mal pagados”, agregando “y vamos a ver qué hacemos por las radios del interior, que están tan desprotegidas”. Por supuesto que no cumplió nada de lo prometido; los policías le hicieron una huelga, las radios del interior hicieron un comunicado criticándolo por la manera en que manejaba los recursos para publicidad despreciando al interior y una maestra subió al escenario durante un acto oficial y, en silencio, le depositó una túnica blanca en las manos, retirándose sin decir palabra y dejando al presidente con cara de perro y sin poder explicar la pérdida de salario real en el magisterio durante su mandato.


Recuerdo que en 1994 adjudicó canales de TV cable a partidarios blancos. El amiguismo siempre presente con los herreristas.


Recuerdo la reducción de las tasas arancelarias que destruyó la industria nacional, aunque florecieron las offshore y varios curros al mejor estilo de las republiquetas bananeras. La industria manufacturera, que representaba el 25% del PIB, bajó al 16% con las políticas neoliberales herreristas y se perdieron 90.000 empleos. Recuerdo la huelga obrera de 1993, la más larga de la historia: 83 días.


Recuerdo el turbio negociado con Focoex y los expedientes comidos por ratones para que la Justicia no pudiera acceder a ellos, el apaleamiento de trabajadores, la masacre del Filtro, la explotación laboral de los peones rurales, los menores tirados en el Consejo del Niño como si fueran delincuentes, recuerdo el Uruguay en que solo entrabas a un empleo público si pertenecías al partido de gobierno y las jubilaciones conseguidas con o sin aportes a cambio de la militancia en un partido tradicional.


Recuerdo al chileno Eugenio Berríos, secuestrado por quien es hoy la mano derecha de Guido Manini Ríos en Cabildo Abierto, el Teniente Coronel (r) Eduardo Radaelli. Lo veo huyendo desesperado y pidiendo ayuda a los policías, quienes en lugar de salvarlo lo entregaron nuevamente a los militares que lo asesinarían. Por ese operativo cayeron el jefe de Policía de Canelones, coronel Ramón Rivas y el jefe de Inteligencia del Ejército, general Mario Aguerrondo (h).


Recuerdo al contador Enrique Braga (ministro de Economía entre 1990 y 1992 y presidente del BCU desde 1993 a 1995) y al doctor Daniel Cambón (exsecretario de Lacalle), condenados por el escándalo de la venta del Banco Pan de Azúcar, escándalo que también involucró, aunque sin mayores consecuencias, a Julia Pou. Por lo del BPA también cayó Stephane Benhamou, y recuerdo a Julio Grenno, expresidente del Banco de Seguros (procesado por abuso de funciones, igual que Braga) y a Iván Coronel, exdirector de AFE, procesado por fraude.


Recuerdo a Teódilo Maciel, exempleado de Igor Svetogorzky, denunciando 89 reuniones entre el empresario comprador de influencias y quien fuera ministro de Transporte y Obras Públicas de Lacalle, Juan Carlos Raffo. En varias de las reuniones, el empresario habría entregado dinero que el mismo denunciante ensobraba. Según Maciel, se trataba de pagos por favores o actos indebidos. En cuanto a las reuniones, quedaron plasmadas en la agenda del empresario.


Recuerdo a Lacalle dejando caer a las empresas públicas para promover su privatización y la histórica gesta de los orientales que salieron a juntar firmas y luego le tumbaron en las urnas la ley que permitía entregar nuestros bienes más preciados. Recuerdo su intento por limitar la actividad sindical, a la cual odia profundamente, y la eliminación de los Consejos de Salarios. Recuerdo que Lacalle inició la práctica de los crueles ajustes fiscales, que repetirían después Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle, siempre para joder a los de abajo.


Por esto y más, muchísimo más, cuando su propio hijo se postuló a la presidencia, el equipo de campaña le pidió (dicho por él) que “no se metiera”. Incluso la campaña que le permitió el triunfo se focalizó en su nombre, Luis, obviando su apellido, debido al lastre que implicaba el mismo luego de aquel quinquenio infame.


De todas maneras, la historia vuelve a repetirse. La Policía del actual presidente vigila y fotografía a quienes juntan firmas contra la LUC, mientras que el ministro afirma que lo hacen para protegerlos. Lacalle Pou está aliado con Cabildo Abierto, madriguera de los defensores de la dictadura y violadores de derechos humanos. Si para muestra basta un botón, esta semana se vio obligada a renunciar a su cargo la jefa del Departamento de Adulto Mayor y Discapacidad, Susana Núñez, en Rocha, el mismo lugar donde se presiona a quienes juntan firmas. La jerarca, tras la muerte del violador, torturador y asesino José Nino Gavazzo, había realizado una apología del criminal, afirmando que “nos ayudó a vivir libres de dictaduras comunistas”.


Por otra parte, Mercedes Aramendía, presidenta de la Unidad Reguladora de Comunicaciones (Ursec) acaba de regalar 6.500.000 dólares a las telefónicas privadas al rebajar drásticamente lo que deben pagar por el uso de redes ajenas, lo que perjudica directamente a Antel, que fue la que invirtió en la infraestructura de esas redes, y beneficia a su competencia en telefonía móvil. Aparte de Claro, la otra beneficiaria es Movistar, en la que, casualmente, Mercedes Aramendía ocupó un alto cargo.


Esto fue y es el herrerismo.


Tanto el padre como el hijo eluden autodefinirse como derechistas. Lacalle de Herrera dice lo mismo que Mirtha Legrand: que los términos izquierda y derecha son vetustos. Sin embargo, cuando a nivel internacional pensamos en representantes de la derecha, no podemos evitar pensar en Carlos Saúl Menem, George Bush, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Iván Duque y los Lacalle. Es que en el fondo saben lo que son y los intereses que defienden y quizá, tal vez, en el fondo, muy en el fondo, sientan un poco de vergüenza que les lleva a negar su condición.


Esto fue y es el herrerismo. Si están nuevamente en el poder, es por la increíble capacidad de los uruguayos de tropezar dos veces con la misma piedra.


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