De Leandro Grille
Andrés Betingo Sanguinetti tenía a su cargo la cuenta de la Banca Privada d’Andorra con la que la constructora brasileña Odebrecht pagaba jugosas coimas a políticos de América Latina. Por ese caso estuvo detenido en Andorra y fue imputado por la Justicia colombiana. Pero no pasa nada porque Betingo es apenas hermano del senador electo y dos veces presidente Julio María Sanguinetti, no es Julio María.
Pedro Bordaberry es hijo de Juan María Bordaberry, el presidente que dio el golpe de Estado el 27 de junio de 1973, procesado por la autoría intelectual de asesinatos y desapariciones, imputado por el asesinato de Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruiz, William Whitelaw, Rosario Barredo, Ubagesner Chaves Sosa, Fernando Miranda, Luis Eduardo González, Juan Manuel Brieba, Carlos Arévalo, Julio Correa, Otermín Montes de Oca, Horacio Gelós Bonilla, José Arpino Vega y Eduardo Pérez Silveira. Condenado a 30 años de prisión y 15 años de medidas de seguridad por atentado a la Constitución en reiteración real, 9 desapariciones forzadas y 2 homicidios políticos. Pero no pasa nada, porque Pedro es hijo de Juan María, pero no es Juan María.
Luis Lacalle Pou es hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle, cuyo gobierno fue señalado por propios y extraños como el más corrupto de la historia nacional y él, junto con su esposa Julia Pou, madre del presidente electo, fueron acusados de haber recibido la más frondosa coima desde la fundación de la patria, por el negociado del Banco Pan de Azúcar. El expresidente Lacalle zafó de la Justicia -no así sus más encumbrados colaboradores-, pese a la “embestida baguala”, como calificaba Lacalle a la inmensa cantidad de acusaciones de corrupción a su gobierno y a que su propio competidor en la interna, Juan Andrés Ramírez, repasó en televisión todas las propiedades que le pertenecían al expresidente y afirmó que este había hecho crecer su patrimonio en un millón de dólares en un solo año. Pero, bueno, no pasa nada. Porque Lacalle Pou es solamente el hijo de Lacalle Herrera y nadie es responsable por su ascendencia, aunque haya heredado la conducción del herrerismo.
Juan Carlos Raffo fue senador del Partido Nacional y ministro de Transporte y Obras Públicas de Luis Alberto Lacalle. En la denuncia realizada por Teódilo Maciel, un expolicía de Tacuarembó que durante muchos años trabajó para el empresario Igor Svetogorzky, se establece el registro de 89 reuniones entre Svetogorzky y Juan Carlos Raffo, en las que el empresario les entregaba sobres con dinero que el mismo Maciel ensobraba. En la denuncia, Maciel sostiene que “mi empleador se dedicaba al tráfico de influencias políticas, haciendo pagos a diferentes personalidades del gobierno que desfilaban por la oficina de la empresa, a cambio de la ejecución de favores o, lisa y llanamente, la realización de actos indebidos”. Entre los visitantes habituales estaba Juan Carlos Raffo, lo cual estaba consignado en las agendas del empresario, cuyas fotocopias Maciel entregó a la Justicia. Pero no pasa nada, porque Laura Raffo es hija de Juan Carlos Raffo, pero no es su padre y nada tuvo que ver su padre ni la trayectoria política de su padre en que ella haya saltado de Canal 12 a la candidatura única a la Intendencia de Montevideo.
“No es justo que me juzguen a mí por Martín Gutiérrez”, protestó el designado ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, cuando se conoció que el psiquiatra Martín Gutiérrez, médico torturador en la dictadura y conocido por nazi, había sido su socio en la Clínica EEG Electrodiagnóstico Médico. Salinas explicó que este médico torturador, que fue su socio, era el tío de su señora esposa. Y, nuevamente, no pasa nada, porque Salinas no tiene la culpa de que su esposa sea sobrina de Martín Gutiérrez y, seguramente, nada tiene que ver que su tío sea un torturador de la dictadura y que él termine de ministro de Salud Pública, propuesto por Cabildo Abierto, un partido predominantemente militar, cuyo líder todos los días se tiene que desentender de las expresiones nazis, negacionistas y hasta amenazantes de sus liderados.
Podríamos seguir bastante señalando la curiosa tendencia de los nuevos gobernantes a tener familiares sospechados de delitos, imputados por causas gravísimas e incluso condenados. Podríamos citar, por ejemplo, el reciente caso de la incautación de 4.500 kilogramos de cocaína en el Puerto de Montevideo, que provenían de una estancia donde se encontraron 1.500 kilos de droga más, por la cual están detenidos el dueño de la estancia y uno de sus hijos, padre y hermano, respectivamente, de un candidato a diputado por Cabildo Abierto. O hacer referencia a la curiosidad de que el padre de la próxima ministra de Vivienda, Irene Moreira, posea un campo del Instituto Nacional de Colonización, en el que no vive, para lo cual vendría en auxilio la próxima Ley de Urgente Consideración. Ella niega que su padre sea un colono, aunque Búsqueda afirma tener documentos que prueban lo contrario, pero, aunque los tuviera, no pasa nada porque Irene es la hija de Roque Moreira y no Roque, por lo cual no puede ser juzgada por los pecados de su padre, aunque su padre se haya convertido ahora en candidato a intendente de Artigas, lo que, probablemente, no tenga nada que ver con que su hija sea quien es, senadora electa, ministra designada y esposa de Guido Manini Ríos.
Lo que es notable de estos linajes genéticos es la bifurcación: o bien se convierten en próceres, ministros, presidentes, o bien terminan siendo reos, o al menos imputados en gravísimas causas. Ambas vertientes familiares coexisten, celebran juntos en las fiestas, pero no se mezclan. A la hora de la hora, los delincuentes no son los gobernantes, son los parientes. Ahora le pasó al ministro Pablo Da Silveira, cuya novia fue detenida en Colonia por Interpol, acusada de participar en el esquema de lavado de activos y corrupción de la megacausa Odebrecht. Nuevamente, no pasa nada, la detenida es la novia, Maya Cikurel, no Pablo de Silveira. El ministro apenas puede ser acusado de haber elegido a una mujer sobre la que pesa una alerta roja de Interpol y eso le puede pasar a cualquiera. Porque el amor nadie elige, como escribió Cortázar, es como un rayo que te deja estaqueado en la mitad del patio. Y vaya si da Silveira quedó estaqueado con su percanta.
Como vemos, la pelota siempre pega en el palo. Por ahora.
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